jueves, 10 de junio de 2010

Cocina periodística a base de fuentes

Si al escuchar la palabra “fuente” un periodista piensa en una rica ensalada de pasta o en un suculento postre tiene un problema: o está hambriento, o aún no advirtió cómo funciona esto de su oficio. Porque ya que hablamos de comida, el periodismo es como cocinar, un acto de pasión, paciencia, dedicación y amor, y las fuentes informativas son como la sal. Carlos Rodríguez lo sabe bien. Un veterano sin Vietnam, a secas, aunque ha comprobado que una redacción de diario puede ser el peor de los infiernos. Más de treinta años periodísticos en sus espaldas lo acompañan siempre, uno detrás de otro, le cuesta reconocerlo, “desde el 69”, dice, ¿estuvo en Woodstock? Podría ser. Medio desaliñado, con canas en su semi-melena, barbudo y con anteojos, un tipo sencillo y tranquilo que utiliza libretita, de las de antes.

Del hambre no se puede escapar, y el periodismo es una cocina de manjares variopintos, dulces, amargos e indigestos. Pero ya se sabe, antes hay que salir a comprar. “Hay que conocer los lugares donde pasa el hecho, hay que ir, hay que estar donde suceden las cosas, no ser solamente un periodista por teléfono”, cuenta Rodríguez. A él, por supuesto, le gusta andar por los mercados de los acontecimientos, seleccionar los mejores productos, frescos, del día. Pero siempre habrá acomodados gustosos de catering y delivery, “hay periodistas y periodistas telefónicos. Estos son los que hablan por teléfono y nunca van al lugar del crimen. Nunca conocen la cara de los implicados y eso se nota, no hay contacto directo con las fuentes”.

Crimen, implicados… Carlos Rodríguez se dedica a los policiales y a asuntos de sociedad en el diario Página 12, donde llegó rebotado desde la sección de política después de una pelea con un jefe, ya le iba la acción. “Lo agradezco, para mí es más fácil y más grato trabajar en sociedad, los temas son mucho más amplios y me es mejor”. De la cocina de diseño a la parrilla de barrio, cambio drástico, pero uno tiene que hacer su trabajo a gusto, donde se sienta bien. “Ser periodista es para disfrutarlo, no para sufrirlo. Es algo que a uno le gusta hacer y tiene que hacerlo bien y exigir que se haga bien”. Perfecto. Lomitos de policiales y choripanes de sociedad diarios, con pasión y entrega.

Pero el mercado de fuentes de Carlos Rodríguez no es un cómodo y accesible Shopping, hay que saber moverse, saber a dónde ir y sobretodo, qué se busca. Desde el 83 hasta hoy, el puesto de las fuentes políticas mejoró, “en política, desde el 10 de diciembre de 1983 para acá, el acceso a la información es mucho más fácil para los periodistas. Hay más fuentes y más lugares donde concurrir. A diferencia de entonces, ahora el congreso es una fuente de información muy importante”. Ofertas en el Congreso, “levante nomás, papi”, dirían.

¿Y en policiales, el plato estrella de Rodríguez? “Habría que empezar a revisar las fuentes habituales. En la Argentina, ahora son los fiscales los que investigan y llevan la información, son los que tienen información permanente. Conseguir el teléfono del fiscal que se encarga del caso es la fuente más directa desde el punto de vista de la justicia”. O sea, información 24 horas, ese kiosco salvador… “Hay que saber a qué hora llamar, qué preguntar. A Daniel Rodríguez, un oficial de policía con el que tenía una relación personal, jefe de prensa y un tipo que hablaba de más, lo molestaba en horarios sinceramente locos y siempre me respondió. Es muy raro esto, no sé si es porque era mi tocayo”.

1983 también supuso un cambio en las fuentes policiales, explica Rodríguez, “en los años de la dictadura era imposible acceder a la fuente policial, pero ahora es más accesible… pero tampoco tanto. La policía bonaerense no tiene un buen departamento de prensa, la federal sí, 4370-5353, ya me lo sé de memoria”. Aunque no es de los “telefónicos”, digno sería ver su teléfono, en su escritorio de Página 12, con las teclas del 3, el 4, el 5, el 7 y el 0 bien gastadas por años de constantes consultas. Y claro, hay que insistir para conseguir ingredientes especiales, diferenciados, exóticos, que levanten interés, “la información policial es muy seca, muy dura, si quieres detalles tienes que establecer una relación telefónica y por ahí encuentras a ese Daniel Rodríguez. En general es una información escueta y directa”.

Pero no sólo de lomitos de policiales vive la “parrilla de Carlos”, los choripanes de sociedad se despachan bien en un país con gran oferta de fuentes sociales. “La Argentina es el país más protestón del mundo, hay organizaciones sociales para todo. Hay excesos, es cierto, pero para el periodismo es muy importante. Hay gente que se encarga de reclamar por cualquier cosa que pase en algún lugar, eso te abre las puertas a los lugares de difícil acceso”. Parece ser que en la Argentina quien busca encuentra, aunque a quien encuentra, puede pasar que lo busquen. Depende todo como se mire, y de cuánto molestes a los de arriba.

Tristemente, eso era el pan de cada día unos años antes de 1983, una fecha que parece ser la receta de las fuentes “libres”, la que afortunadamente impulsó una apertura general en cuanto al acceso a la información en la Argentina. Un vasto mercado de fuentes que se abrió y sigue abierto delante de los ojos de aquellos periodistas que se atrevan a no abusar del teléfono y a recorrer calles, comisarías, instituciones, “escenas del crimen” y cantidad de recónditos y curiosos lugares por descubrir, siempre habrá alguien con ganas de hablar. Un panorama alentador, pareciera, pero Rodríguez tiene los pies en el suelo. “El periodismo argentino es bastante lamentable y depende de las nuevas generaciones cambiarlo. Está bien defender una línea política, pero no mentir. Y hoy es lo que se hace a través de los medios”.

Porque no todo son banquetes de boda saliendo a recorrer el mercado de las fuentes, algún que otro mal trago se vive con la buena actividad periodística. Aunque a veces el peligro está en la propia cocina: fuego, cuchillos y otros utensilios. “He escuchado jefes obligar a los redactores a cambiar radicalmente lo que habían escrito. Yo ante una cosa así me he ido a mi casa, uno tiene que acostumbrarse a marcar el punto de respeto, hay que fijar límites desde el comienzo”. Ante todo libertad, respeto a uno mismo y amor al oficio. Después de todo, nadie está obligado a nada. En teoría.

“Ser periodista es para disfrutarlo, no para sufrirlo”. Por si acaso a alguien ya se le había olvidado.


Aleix Duran Ayxendri