El 24 de marzo no es una fecha más para los argentinos. Se conmemora el día en que un movimiento cívico-militar usurpó el Estado, iniciando así la etapa más negra de nuestra historia. Plaza de Mayo es el escenario elegido todos los años para que agrupaciones de diversos partidos políticos y otros ciudadanos se congreguen a repudiar el golpe de Estado de 1976.
Treinta y cuatro años atrás, estas calles se veían colmadas de militares con metralletas y tanques. Hoy, Avenida de Mayo se ve alfombrada por volantes y propaganda de repudio. La censura, el Falcón verde y el terror infundado por Videla y su banda de cobardes eran, por esos días, el denominador común. Hoy, el ciudadano argentino recuerda tristemente que treinta mil personas desaparecieron durante el Proceso y pide justicia en nombre de las víctimas. Inunda de banderas y pancartas las calles del Microcentro en un feriado atípico. Los grafittis serán mañana un dolor de cabeza para los dueños de los negocios. Pequeño precio a pagar para que “Nunca Más” se repita aquel nefasto capítulo.
No hay trajes ni desfile de taxis y colectivos, no hay aglomeraciones en los subtes y paradas de micros, no hay mesas de bares repletas de extranjeros, no hay flashes ni cámaras de video filmando la entrada del Café Tortoni o la Casa Rosada. No hay calle Florida en la que no entre ni un alfiler. Solo hay argentinos caminando hacia la Plaza. 40.000 personas se dan al encuentro solidario en ella, no importa la ideología ni su bandera política, comparten el dolor del pasado, y lo reflejan en sus rostros.
No faltan agrupaciones como las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo (lideradas por Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto) y grupos oficialistas, que se hacen presentes para vitorear el nombre de Cristina Fernández de Kirchner. También acuden a la cita grupos de izquierda anti-kirchneristas como la organización Encuentro Memoria Verdad y Justicia o el Movimiento Socialista de los Trabajadores.
No faltan los oportunistas, como Matías, que vende remeras a diez pesos con la inscripción “Ni olvido, ni perdón” en la boca de subte de la estación Piedras de la línea A. “Algunos pesos sacó con esto”, piensa. “Nací en el 85, no la sufrí, pero mis viejos sí. Nosotros, los jóvenes, tenemos que tener memoria porque mis viejos o mis abuelos no van a estar mañana para recordarme las atrocidades que hicieron”, agrega.
Como Matías, miles de personas subieron al subte, al colectivo o a sus autos para llegar a tiempo. Nadie quiso perderse la reunión, para demandar verdad y justicia, para reclamar que los culpables sean condenados, para que la tragedia y los crímenes de lesa humanidad no vuelvan a repetirse jamás.
Carlos Martínez
lunes, 29 de marzo de 2010
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