jueves, 25 de marzo de 2010

Memoria en contra del olvido


“El engaño y la complicidad de los genocidas que están sueltos, el indulto y el punto final a las bestias de aquel infierno, la pobre inocencia de la gente y los años sin voz”. Según León Gieco, “todo está guardado en la memoria”, pero hay que sumarle al canto un nuevo lugar: la sala 13 del Centro Cultural de Recoleta.

A medida que se flota por los pasillos de este establecimiento, casi percibiendo el final del camino, una reseña atrapa la atención: “Luchando juntos encontraremos la verdad”. Eso es todo; la señal escueta para que los pies cobren vida y recorran el camino hacia el pasado o mejor dicho, “un pasado”. Aquel que Enrique Rodríguez Larreta, un ciudadano uruguayo víctima de secuestro y torturas del ‘76, reconstruyó con esmero, sudor y lágrimas con un objetivo: ponerle candando a otro capítulo de la historia argentina, el caso “Orletti”.
Una cortina de tela corroída sirve como máquina del tiempo. El 19 de marzo de 2010 deja de existir. El público es arrastrado a una época oscura del país; deja de ser un simple espectador para calzarse el traje de víctima. Se encuentra en un gran salón de 6 u 8 metros por 30 de largo. Las paredes húmedas y enmohecidas reflejan las arrugas típicas de los años, el suelo está de luto, en el centro permanece erguido un tanque de agua testigo de atrocidades, y hacia el fondo se alza la escalera de concreto con destino a la muerte. El ensordecedor chillido de una cortina metálica que no deja de abrirse y cerrarse interrumpe cualquier pensamiento. Bienvenidos al taller mecánico “Automotores Orletti”, el infierno de Floresta; la capital de asesinatos y secuestros consumados por las fuerzas conjuntas argentinas y uruguayas, en el marco del Plan Cóndor.
Los escombros del desdichado pasado pesan. Por eso, los ojos se pierden por la habitación a la velocidad de la luz, buscando cualquier vía de escape. Afortunadamente, en el piso, unas cintas rojas que simulan la sangre de los caídos conducen a otro misterioso sitio. Al principio, el intermitente brillo confunde la vista. Pero luego, el paisaje se despeja. De cuatro paredes blancas como la nieve, cuelgan largas listas de desaparecidos, recortes periodísticos que lograron pasar el tamiz de la censura o se dejaron pasar como mensajeros del terror, un testimonio escrito sobre la violación de los derechos humanos que eriza hasta la piel del más indiferente, cartas que hablan por sí solas, planos que reviven cada rincón del taller mecánico. Si se deja perder en el silencio, un murmullo se escuchará. Proviene de una radio. Es el comunicado Nº 21 leído por el oficial de inteligencia del Ejército, José Nino Gavazzo.
El suelo tiembla, el escenario cambia. Última parada: el juicio. “Se llama al estrado al señor Enrique Rodríguez Larreta”. Se lo citó para declarar como testigo ante la justicia uruguaya, sobre la responsabilidad de los militares en los actos criminales que tuvieron lugar en Argentina. El proceso todavía está abierto; pero el viaje termina… por ahora.
De lunes a viernes de 14 a 21, y los sábados, domingos y feriados de 10 a 21; una grieta se abre rumbo a 1976. Es una invitación sin costo que caduca el 11 de abril, y devela la aventura de un padre en busca de la libertad de su hijo secuestrado; un acto impulsado por el sentido de justicia y el coraje ciudadano, que señala la crisis de una sociedad y una cultura fusilada por la violencia.

Daiana D. Mediña

3 comentarios:

  1. Me parece que puede interesarte mucho el trabajo de Graciela Mochkofsky, podés vincularte con ella a través del blog o por facebook.
    http://www.elpuercoespin.com.ar/
    www.elespinpuerco.com

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar